sábado, 24 de marzo de 2012

Sexo y/o amor


Entré en su cama 20 minutos después de entrar en su casa. Le traje tabaco y él me recibió con un beso y una sonrisa. La casa, desamueblada. La cama, desordenada. El sofá, cómodo y los pies, descalzos.

Cuando hago el amor con alguien suelo olvidar la mayoría de las cosas, suelo quedarme, al final y sin remedio, con una idea general de la persona. Pero él fue diferente. Este chico maduro y extranjero hacía que desprendiese electricidad sin apenas haberme tocado. Seguro que ahora estaréis pensando en alguien con quien hayáis tenido una relación de ese tipo. La hayáis o no consumado. Lo mío fue un amor de verano. En este caso lo podemos llamar sexo, pero yo también lo llamaría sensualidad. Entendámonos. Sensualidad no es amor. Es una especie de complicidad que no se desarrolla, si no que se tiene con alguien. Una mirada, una sonrisa, una caricia, pero nunca amor. Ganas de volver a verse, hasta que dure.

Lo recuerdo muy bien. A este chico le gustaba chuparme la cara mientras nos revolvíamos entre las sábanas. Al principio, como en todo, me extrañó. Luego me dijo:

- Qué bien sabe tu cara, ¿te echas alguna crema o algo?- me espetó con fruición mientras me lamía la mejilla.

- Si, una crema hidratante- le dije para ocultar que lo que en realidad estaba degustando era una emulsión de maquillaje italiano.

Era así. Nos lamíamos, nos hacíamos, nos deshacíamos y volvíamos a vernos y a echarnos de menos. Hasta que el verano acabó y me puse a escribir acerca del chico que me lamía la cara.

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