domingo, 15 de agosto de 2010

flechas que se encienden y se apagan



Solo una mirada hacia arriba. Un gesto con las manos, una sonrisa dedicada. A ella, a ella, a ella… a ella. En la noche en la que creía que lo más hermoso que vería serían las estrellas desde aquel coche parado, vio su cara seria y calmada. Luego sus ojos, a juego con su cuello almibarado, con sus ganas, con sus defectos tan poco visibles. Un espejismo que pasó fugaz, con voz, con brazos, con casualidades de las que ella apreciaba tanto. Tanto. Casualidad dice que se volverán a ver, y a esta vez no les temblará el pulso al preguntarse el nombre y la procedencia, tan importante. Porque venían de amarse. Y porque solo saben sus nombres. Se encontrarán. Y no les temblará la voz como la primera vez. Se encontrarán y se reconocerán. Y alguno de los dos tendrá que saludar. Cuánto tiempo, ya te he conocido pero no sé dónde.



¿Te acuerdas de mí?



Solo una mirada hacia arriba. Un gesto, un par de sonrisas. Dedicadas.

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