Sin dudas, se asfixiaba. Y solo le salía otro nombre por la
boca. “¿A quién amas? joder, ¿a quién amas?”. De rodillas, agarrándose al
pollete de la cocina se hacía la misma pregunta una y otra vez. Ella debería
haber pronunciado otro nombre, pero en ese momento, en ese instante en el que
las almas buscan reposo y tranquilidad, en el que deberían recoger los momentos
más significativos de su vida en fotogramas, ahí le traicionaron los nervios,
el corazón.
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