Hola, tú no me conoces. Yo, probablemente, a ti tampoco. Justamente empiezo esta carta, como tantas otras, en busca de algo que tengo dentro, y que aún no sé si quiero sacar. La mayoría de la gente dice que tú eres el que me salvará. El que cogerá todos mis miedos, mis preocupaciones y los hará desaparecer con un simple gesto. Ni siquiera eso. Simplemente bastará una palabra tuya para salvarme. Pero no te conozco. Pero no sé por qué ayer bajé a la panadería y vi tu imagen en pasteles, en una señora con el bigote manchado de chocolate que sonreía, a través de la ventana, entre la gente que pasaba, se paraba ante el escaparate y se decidía enérgicamente a salir corriendo. No sé por qué cuando llegué a casa, abatida por haber sido capaz de verte en todo menos en mí, empecé a reír a carcajadas. Ya no pensé en quién o qué me salvaría. Porque todo en mi mente se había vuelto blanco, inocente, despiadado e inconsciente. Tú no me conoces, pero la mayoría de la gente dice que tú eres el que me buscará. El que hará que los días se vuelvan trágicos y las noches dulces. Los besos desenfadados y las pasiones, inventarios. Reí y exhalé durante unos segundos, solo unos pocos. Te lo cuento todo porque ya sé que te está costando encontrar el futuro. Y que a veces, saber lo que nos espera, es injusto. Pero ¿sabes qué? Tú no me conoces. Yo, probablemente, a ti sí. No ignoro todo aquello que sé, me llevará a ti. Conozco, como por lógica filosófica, tus maneras, sé que una vez fumaste un cigarrillo en el patio del colegio, sé que agarraste las manos de tu primera novia con fuerza cuando hacía frío, sé que te dejaste el pelo largo hace unos años, que removías la taza de café cada vez que ibas a beber un solo sorbo, solo por si acaso, y por supuesto, sé que nunca, nunca, nunca, pensarías que me conoces.
hermoso
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