Dejé de hacer lo que me hacía especial cuando descubrí que todo el mundo lo hacía para sentirse especial. Dejé de cruzar solo por las líneas blancas del paso de zebra, dejé de comprar piruletas, de cantar por la calle. Dejé de de mirar a los ojos a los viandantes. De cerrar los ojos mirando al cielo. Dejé de bailar en los semáforos en rojo, de bajar las ventanillas del coche y cantar a pleno pulmón. Moraleja: dejas de ser especial cuando dejas de hacer lo que todo el mundo hace. Moraleja más profunda: haz lo que quieras.
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