A menudo juzgamos a los demás cuando nos sentimos juzgados por ellos. Es una especie de instinto basal que nos obliga a buscar defectos en aquellos que nos han encontrado alguno. Somos como una especie de currículum de cara al exterior y nuestro mayor defecto de cara al gran público solo puede ser, nada más y nada menos, que perfeccionismo. Pero si pudiese enumerar todos los defectos del mundo (que son subjetivos siempre, como la media naranja o la media pepita de sandía) sabríamos, en el fondo muy fondo fondísimo de nosotros, que hemos cometido el pecado. Así que nos esforzamos por sacar a flote las virtudes, como si fuesen lo más importante, como si por ellas nos diesen la victoria en alguna parte del mundo. Porque cuando en realidad decimos una cosa… nuestro inconsciente piensa otra.
Soy racional …. Soy racional hasta que surja una situación en la que tenga que usar el corazón.
Soy optimista… Soy optimista hasta que las cosas me vayan mal y me considere pesimista, calificando mi nuevo estatus de maduro.
Soy una gran conversadora… Soy conv… soy un poco pesada cuando intento dar mi punto de vista.
Soy graciosa… Soy cómica, y ya no sé si ríen conmigo o se ríen de mí.
Soy confiada… me creo a todo el mundo, y por eso tú también tienes la puerta abierta para hacerme daño.
Cuidado! Que YO no tengo defectos… y que diga lo contrario mi inconsciente…
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