Tú creías que sería en un día metódicamente especial. Yo sabía que el nacimiento de la libertad de tu cuello crecería solo cuando no te mirase. Bajo, quizás y sin excepción, la rama de algún árbol. De noche. En silencio. Bajo condiciones de amor inhumanas. Bajo el interés de la vida.
Comenzó a darte problemas por la parte superior. Lo aquejabas a tus orejas, siempre dispuestas a deformarse hacia el sur sin avisos ni condiciones. No eran tus orejas. Me dijiste que mirase tu nuca. Miré y no ví más que otras veces. Miré y solo observé la fricción de tus uñas contra tu picor lumbar. Tu cuello, y tú creías que sería en un día especial, se iba poco a poco, porque no le habías dado la libertad que necesitaba. Tú lo sentías y sabías que algún día, ése que te hacía mirar hacia delante, hacia la derecha o la izquierda, aquel que dirigía tu mirada hacia las faldas, las mierdas en el suelo o al espejo de los escaparates, ese.. se iría sin dejar rastro. Tan solo un aspecto físico más o menos adecuado y sostenible. Pero el cuello estaba evidentemente cansado de llevar las riendas de tu vida. De ser la mujer de tu vida. De no tener el reconocimiento que se le debe a un alma. Miré hacia atrás y solo alcancé a ver gente perdiendo sus cuellos, pero manteniendo sus formas. Intenté mirar el mío. No pude, no lo ví. Nunca supe si también se fue en busca de libertad y si alguna vez me hizo ver lo que debía mirar.
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