En vez de inculcar, crear y recrear.
La educación, ese maravilloso regalo que sin embargo desde
sus comienzos estaba envenenado. En la era del despotismo ilustrado los
monarcas absolutistas “conformaban” la sed y ansias de libertad, igualdad y
fraternidad de la revolución francesa y los acomodaban a sus ideales, estos
mismos monarcas dirigían a un cuerpo docente que les servía de canal para
obtener súbditos de un sistema al que no estaban dispuestos a renunciar. El
mismo Napoleón apoyó esta propuesta de educación pública, gratuita y
obligatoria porque pretendía “dirigir el parecer de los franceses”.
Si nos acordamos del mito de la caverna de Platón en el que
unos hombres permanecen encadenados dentro de una cueva sin poder ver el mundo
exterior ni relacionarse con su entorno y sometidos a un pensamientos
condicionado por las sombras de cosas que los hombres del exterior querían que
viesen, podemos obtener una clara semejanza con las escuelas de hoy en día, de
muros cada vez más altos, con premios y castigos, con una información
canalizada.
En la historia del ser humano no existía la educación
obligatoria hasta que los prusianos la inventaron. En una de las etapas
filosóficas más fructíferas, como en la Antigua Grecia de Platón y
Aristóteles, las Academias eran lugar de preguntas y de dudas, hoy en día las
escuelas se centran en las respuestas, lo que hace que los niños vean
minorizada su creatividad y su imaginación en pos del resultado,
convirtiéndolos en sociedad consumista en la que todo vale para llegar a ser
alguien en la vida. Yo ya soy alguien, piensa un niño. Pero nadie le escucha.
Un sistema de calificaciones injusto, en el que solo se tienen en cuenta los
conocimientos sobre un tema limitado que separa a los niños entre inteligentes,
aceptables o mediocres. El mismo sistema prusiano dividía a los niños por
edades (sistema que aún hoy mantenemos) haciéndoles creer que eran todos
iguales y haciéndoles ver, por lo tanto, que mientras más diferente de tu
grupo, peor eras y más tenías que corregirte. Me pregunto por qué a pesar de
tener una sociedad tan distinta de la de entonces, seguimos con un sistema
erróneo que se repite y que cree que los niños son seres vacíos que tienen que
ir rellenándose con conocimientos inútiles que olvidarán inevitablemente.
El 90% de los niños menores de 5 años podrían considerarse
unos genios a efectos prácticos, si nos damos cuenta no hay un niño más curioso
que otro, TODOS quieren aprender, pero no todo tienen las mismas herramientas
ni mucho menos todos obtienen las mismas respuestas. Somos nosotros, quienes
con nuestro mundo educativo de respuestas predeterminadas no dejamos que se
equivoquen, erren o aprendan a levantarse por sí mismos, destruyendo su
espíritu creativo en el camino y dejando, 15 años después, un 10% de ese 90% de
genialidad.
Los niños, al estar sujetos a la repetición, al tedio y a un
esquema predeterminado van perdiendo la curiosidad y el interés por aprender
cosas nuevas.
¿Qué pasaría si descubriéramos a tiempo una pasión en el
niño? Obtendríamos mejores resultados a largo plazo. Hacer las cosas con la
mente, corazón y manos es lo que nos convertirá en un buen zapatero o cirujano,
sintiéndonos independientes y orgullosos de lo que hacemos, sin que nadie tenga
que cuestionar si lo que hacemos es digno de nuestra posición, clase social o
expectativas familiares.
Ahora pienso que si en la escuela hubiesen fomentado mis
aptitudes vocales o musicales adecuadamente y no solo a través de teoría y
prácticas que nos convertían en una amalgama de niños tocando con la flauta
“Carros de fuego”, hubiera podido destacar en la música, o quizás en la
escritura, en teatro o en danza. O pensemos en la fotografía. Cosas que nos
rodean pero con las que no estamos en contacto hasta que somos libres, hasta
que salimos de las 8 horas de escuela, 2 horas de lectura y una infinidad de
tareas tediosas regidas por pautas inculcadas en los años 50 para animales como
ratas a través del sistema de estímulo-reacción. ¿Demasiado tarde? Existen por
ahí escuelas integradas que participan de una educación posible pero,
desgraciadamente, cada vez más en confrontación con el sistema de control que
ejerce sobre nosotros la ecuación pública (y privada en el noventa y nueve por
ciento de los casos). No nos rindamos, como decían por ahí, el ser humano es
esencialmente bueno, y yo añado que lleno de dudas que nos llevarán a la
respuesta.